Pantheism and Ecology (Comentario/presentación)

Comparto mi comentario/presentación al libro Pantheism and Ecology, editado por Luca Valera (2023, Ed. Springer. Suiza).

Quisiera comenzar agradeciendo la oportunidad de comentar este libro, me siento honrado de poder no solo haberlo leído con calma sino también de expresar algunas ideas que suscitó la lectura. Aprendí muchísimo leyendo el libro y eso siempre se agradece.

Dividiré mi comentario en dos partes, primero diré que me fue pasando a lo largo de la lectura, lo que sin duda será subjetivo y sin deseos tampoco de que sea exhaustivo. Y en segundo lugar comentaré algunas ideas críticas o sugerencias para un debate futuro.

Felicito al editor Luca Valera y a cada uno y una de las autoras del libro, en especial a Jessica y Jeyver, por compartir una reflexión en torno a temas tan interesantes y controverciales como son el panteísmo y la ecología. El libro como en gran medida cualquier coletánea de artículos, en este caso 28 capítulos separados en tres partes; es un libro desigual en su contenido, profundidad, desarrollo y posturas respecto del tema principal. Digo desigual, lo que no debe ser leído como algo negativo ni positivo, en el sentido de encontrarse con textos muy diferentes y muchas veces contrarios entre ellos. Es decir, no es fácil ver hacia dónde va, aunque la premisa de fondo parece bastante clara: el panteísmo o el panenteísmo pueden ser herramientas ontológicas o metafísicas que nos ayuden a combatir, quizás salir, de la crisis climática.

Algunos capítulos optan por el panteísmo, otros por un panenteísmo. Aparecen diversos tipos de ambos y en la mayoría de los casos en discusión con relevantes autores y pensadores, filósofos, teólogos y con pequeñas menciones a pueblos indígenas (en su mayoría del Norte). En algunos capítulos se hace alusión a pensadores ecologistas y se conversa con filósofos de la naturaleza y ecotéologos. No cabe duda de la riqueza intelectual y reflexiva que el libro entrega. Me dio la sensación de que podría ser perfectamente un pequeño manual sobre las principales discusiones entabladas respecto de la naturaleza, Dios y el ser humano.

El aparente orden cronológico, que comienza con los griegos antiguos y termina con el proyecto forestal del botánico francés Francis Hallé da cuenta de un gran paraguas histórico que en su centro tiene a Spinoza, Teilhard de Chardin, Pannikar, Thoreau, Tillich y Hans Jonas. El abanico de autores enriquece y ramifica las discusiones, a pesar de ciertas ausencias que llaman la atención como Gastón Bachelard, Félix Guattari o Bruno Latour.

Me extrañó, a lo largo de la lectura no encontrarme con alguna alusión explícita a Jesús de Nazaret, cuando sobre todo en su mayoría hay un trasfondo cristiano en las teologías convocadas. Es solo hasta el capítulo 17 al referirse al gran teólogo Jurgen Moltman que se alude a Jesús, y antes una breve alusión respecto a Teilhard de Chardin y más adelante en las conversaciones entre Ricardo Rozzi y Leonardo Boff. Lo comento porque me parece crucial que si hablamos de teísmos, panteísmos, panenteísmos o cosmologías, haya claridad del dios al cuál nos referimos. No es trivial hablar de teísmos a secas. De hecho en algunos episodios me pregunté por el Dios convocado en la reflexión.

En ese sentido, me costó, durante la lectura ver las reales diferencias planteadas entre la teología cristiana y otras ontologías o posiciones filosóficas y religiosas respecto de la naturaleza, que pudieran ser demasiado distintas de la teología cristiana.

El título del libro a ratos queda corto, pues hay capítulos que no dicen mucho sobre el panteísmo y otros dónde en realidad lo ecológico tampoco se pronuncia. Esto que puede parecer una crítica, es más bien un llamado de atención al uso del apelativo ecológico en nuestras reflexiones “eco”-teológicas o “eco”-sóficas. Probablemente es más ajustado decir Crisis Climática o Perturbación socioecológica.

Más allá de estas diferencias considero que hay capítulos fascinantes, la idea del “ground of Being” de Tillich, del “thiking-in-the-place” de Thoureau, la lectura pan-crística en referencia a Chardin, la “advaita” de Pannikar, las ideas de Thomas Berry, el “panteísmo del amor” de Abraham Kuyper, entre otros, son verdaderos e interesantísimos aportes al debate filosófico y teológico respecto de los vínculos humano-naturaleza y la presencia trascendente de Dios en ellos.

A continuación presento y enuncio tres temas complejos para prolongar la conversación:

1. Sacralización de la naturaleza / teología cristiana de la naturaleza.
Veo problemática una resacralización de la Naturaleza, sin cuestionar siquiera el concepto de Naturaleza. Tampoco se explicitan las consecuencias de esa posible visión sacralizadora de la naturaleza hoy: ¿qué quiere decir, qué busca, hacia donde nos lleva?

Pareciera que la premisa de la desconexión humana con la Naturaleza no se problematiza o se asume como de total claridad. “Estamos desconectados”. ¿Quiénes? ¿Dónde? En esa línea el lugar del humano en ella tampoco aparece tan claro en el texto. Cuesta encontrar, salvo algunos capítulos, un cuestionamiento profundo al antropocentrismo, sea este cristiano o no. El libro presentan conceptos y caminos éticos para una mejor relación con la llamada Naturaleza, sin embargo se extraña algo más estructural y político.

2. Ausencia de la discusión actual liderada por el materialismo vitalista y el posthumanismo, y si se quiere las ontologías relacionales.
La discusión filosófica más y bastante menos los debates religiosos o teológicos, dialogan con los nuevos materialismos y otras ontologías. Se trata de poner en tensión la individuación, al menos comprendida como absoluta y comenzar a comprender-nos como redes, ensambles, flujos, historias o pascuas, podríamos decir en lenguaje creyente, humanos y otros-que-humanos.

Los postulados de Bruno Latour, Karen Barad y Jane Bennett; entre muchos y muchas autoras ayudan a pensar de otro modo y comprender el mundo de las materialidades en cuanto vibraciones, exterioridades, entramados que van afectándose unos a otros.

En esta línea viene bien leer al filósofo noruego Arne Johan Vetlesen, en su libro titulado “Cosmologías del Antropoceno”, que conversa muy bien con el libro que estamos comentando. Vetlesen realiza una lectura crítica de los postulados de Latour respecto de una “Tierra animada”, pero aun “antropocentrada”, como si fuera decisión del humano si la Tierra posee un espíritu o no, si la Tierra es animada o no. Al mismo tiempo Vetlesen se distancia de una especie de homogeneidad de los actantes, como si todos y todo fuéramos “lo mismo”, no comprendiendo justamente el carácter espacio-temporal, cultural, lingüístico y situado de la vida.

3. Un retorno a la metafísica difícil de leer.
El antídoto para la metafísica sería, creo yo, precisamente el pensamiento decolonial y sus reflexiones recientes en términos territorializados: feministas, indígenas, afrodescendientes, subalternos, sub-sujetos, sub-entidades… La prioridad del espacio por sobre las esencias, de las interacciones por sobre el ser-en-sí; de las afecciones por sobre las ideas.

La fuerza del territorio, como concepto polisémico y noción estructurante de un pensamiento situado, localizado, que pasa por el cuerpo (el humano y de los no humanos), encarnado, posee la capacidad, creo, de no ir a buscar a la metafísica lo que hoy parece que no encontramos. ¿Acaso no es esa misma metafísica, con sus bemoles, la que nos condujo a la crisis climática, léase esta como una crisis multidimensional, epistemológica, social, cultural, espiritual y ecológica? Varios de los capítulos podrían haber desarrollado esta noción, la de territorio, como forma de contrarrestar una mirada excesivamente cosmológica u holística, como se promueve hoy con fuerza; la cual me parece capital a la hora de abordad la crisis climática y ecológica.



Para cerrar, no cabe duda y el libro en eso es un gran aporte, que la crisis climática y en realidad el tiempo de crisis multidimensional posee aristas ecológicas, espirituales, epistemológicas y culturales. Repensar el lugar del ser humano en la malla viviente y en relación con “la curiosa habilidad de las cosas inanimadas para animar”, como bellamente expresa Jane Bennett, es urgente para diseñar futuros habitables. La dimensión religiosa y espiritual ocupa un lugar preponderante pues dice de nuestras manera de relacionarnos con el mundo, los otros y Dios. De ahí que importe mucho qué espiritualidad, qué teo-logía y qué fundamentos filosóficos nos ayudarán a humanos y otros-que-humanos para la regeneración de la vida. Esperamos, una vida mejor, más bella, más libre, cordial y, me atrevo a decir, inmanente.



Muchas Gracias.

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